¿Conoces la leyenda detrás de los arcos de Querétaro?
Los arcos de Querétaro son el monumento histórico más importante del estado, cuya edificación data del siglo XVIII. Su majestuosa estructura consta de 74 arcos con una altura promedio de 28.5 m y una longitud de mil 298 metros.
Cuenta la historia que, en 1721, llegaron a Querétaro cinco monjas capuchinas provenientes del convento de San Felipe de México, para fundar el convento de San José de Querétaro, mismas que al ver que la calidad del agua en el estado era muy mala, acudieron a buscar la ayuda de El Marqués, Juan Antonio de Urrutia y Arana, quien se había declarado su protector y bienhechor.
Según la leyenda, cuando El Marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana vio por primera vez a Sor Marcela, una de las monjas capuchinas que acudió a solicitar su ayuda, quedó profundamente enamorado de ella, sin embargo, su amor jamás se podría concretar, ya que, Sor Marcela, además de monja, era sobrina de la esposa del Marqués.
Por ello, le concedió la construcción del acueducto como muestra de su amor hacia ella y a cambio ella prometió rezar todos los días por él, en agradecimiento al acueducto y a su amor.
De esta manera El Marqués, se dio a la tarea de buscar la fuente que surtiría agua de calidad a la población decidiendo que sería el llamado Ojo de Agua del Capulín, en el poblado de La Cañada debido a que este se encontraba a una altura conveniente en relación con el de la ciudad.
Al principio, el caudal de agua que surtía era muy escaso, sin embargo, gracias a las obras que emprendió el Marqués, se aumentó la corriente a treinta litros por segundo.
Así inició la construcción del acueducto que llevaría agua potable a la población entera en Querétaro. Fue en 1726 cuando comenzó este vasto depósito de manera irregular y hasta 1733 llegó por fin el agua a las goteras de la población.
Posteriormente, dos años más tarde, llegó a la caja de agua en la plazuela de la Cruz, de donde se comenzó a distribuir a numerosas fuentes públicas en distintos rumbos de la ciudad.