Querétaro cumple 490 años de fundación
Había pasado poco tiempo tras la caída de la Gran Tenochtitlán, cuando el indio Conín emigró con varias familias para alejarse del dominio español y estableció el primer asentamiento conocido ubicado en una cañada, al oriente de lo que hoy es la ciudad de Querétaro.
Sus habitantes se fueron multiplicando con familias Otomíes, Purépechas y Chichimecas hasta que, en algún momento, su fama llegó hasta San Francisco de Acámbaro, desde donde Hernán Pérez de Bocanegra viajó para conocerle y entablar pláticas con él, logrando que aceptara el bautismo y el gobierno de los españoles. Fue así como Conín tomó el sacramento y adoptó el nombre de Hernando o Fernando de Tapia.
Una vez bautizado, Fernando de Tapia conminó a los caciques indígenas a rendirse pacíficamente, a lo que estos impusieron varias condiciones, entre ellas, que se realizara una pelea simbólica, sin armas, únicamente la fuerza física.
Así fue como el 25 de julio de 1532 se encontraron los dos ejércitos, el de los conquistadores dirigidos por Nicolás de San Luis Montañez y Fernando de Tapia (Conin), que estaba formado por indios otomíes y purépechas; y el del ejército Chichimeca comandado por sus capitanes Don Coyote y Don Lobo.
Ambos ejércitos entraron en batalla sin armas, midiendo cuerpo a cuerpo, valiéndose exclusivamente de la fuerza de sus manos y sus brazos.
La narración de la batalla es extraordinaria y se transformó con el paso de los años en la leyenda de la fundación de la Ciudad de Querétaro.
“Con estruendo resonaron las cajas y los clarines, el teponaztle y el huéhuetl, la chirimía y el caracol y al ritmo de bailes y alaridos se inició la guerra, con la polvareda que levantaban los combatientes. La batalla se prolongó sin que uno ningún bando se rindiera. El ejército al mando de la Corona Española desfallecía ante el arrojo de los valientes chichimecas”.
Las crónicas de la época mencionan que el combate no pudo concluirse debido a que, al caer la tarde, el cielo se nubló y una gran cruz apareció en las alturas atemorizando a los indígenas, quienes al ver la cruz, se rindieron y aceptaron la sumisión a la Corona de España.
La sangre derramada en esta justa, da nombre a la Loma del Sangremal. Así se tomó posesión de este sitio, dándosele el nombre de QUERÉNDARO, que en purépecha significa lugar de peñas, y que con el tiempo se castellaniza como el actual Querétaro.
Fernando de Tapia, junto con su hijo Diego de Tapia, estuvo al cuidado de la recién fundada villa hasta el año de 1571, en que falleció. Otros personajes fueron el virrey don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, que en 1606 le otorgó a Querétaro categoría de pueblo y título de villa, y don Francisco Fernández de la Cueva, duque de Albuquerque, quien le dio el título de “muy noble y leal ciudad de Santiago de Querétaro”.
En el siglo XVII, por la bonanza económica que alcanzó la población, fue considerada como la tercera en importancia de la Nueva España.