La importancia de la información en la salud mental

Samantha Camargo

En el año 1935, el neurólogo portugués Egas Moniz, describió por primera vez lo que se creía que sería la solución a los problemas mentales con conductas obsesivas: la lobotomía. Los cirujanos perforaban dos huecos en el cráneo e introducían un leucótomo (instrumento afilado de 8cm con mango de madera) en el cerebro. Luego se movía de un lado a otro para cortar conexiones entre los lóbulos frontales y el resto del cerebro. Con eso se cortaban “las fibras conectivas de las neuronas activas”. Desde principios de la década de los 40´s, se había considerado como una cura milagrosa; no obstante, después de varios tratamientos se percataron de que, aunque a algunas personas parecía haberles ayudado, a muchas otras personas les había perjudicado. Fue así como a mediados de los años 50´s el método cayó en declive hasta desaparecer. 

Este es un ejemplo sobre cómo la desinformación puede tener consecuencias sobre la salud mental y la manera en la que se tratan las enfermedades. Evidentemente Egas Moniz era un neurólogo estudioso que incluso ganó un Premio Nobel en 1949, pero aún así se encontraba en un tiempo en el que mucha de la información que tenemos en la actualidad sobre el tratamiento de enfermedades mentales no existía. En ese entonces actuaron con base en los datos que conocían, y aunque se equivocaron, el error también comprende parte de la información que tenemos hoy y que sirve para saber cómo y cómo no reaccionar ante los pacientes. 

Otro gran ejemplo es el mal concepto sobre cómo es que debe tratarse la esquizofrenia. El documental Toma estas alas rotas, dirigido por el ex psicoterapeuta Daniel Mackler, muestra cómo es que se suele pensar que un individuo con esquizofrenia debe ser tratado con medicación psiquiátrica prácticamente por el resto de su vida, cuando en realidad es posible recuperarse casi en su totalidad mediante terapia, y existen casos que lo avalan. El desconocimiento lleva a que las personas que la padecen no tengan la oportunidad de aspirar a tener una vida normal, sino a pensar que tendrán que vivir por siempre encerrados y medicados. 

Quizás pensamos que esto está muy lejos de nuestra realidad, pero vayamos a un plano más cercano a nosotros: La Secretaría de Salud Federal estima que 15 millones de personas en México padecen de algún trastorno metal, ya sea depresión, autismo, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, etc. México ocupa el quinto lugar de los países en América Latina con mortalidad prematura o discapacidad a causa de enfermedades mentales. 

El problema de eso es que no solemos estar informados sobre cómo detectar alguna de las enfermedades o trastornos, ni cómo actuar ante ellos. Con esa carencia (que muchas veces es por falta de investigación y no falta de información), es mucho más difícil que aquellos que necesitan ayuda puedan ser auxiliados a tiempo y de la forma adecuada. Además, por mucho tiempo se ha tenido la conceptualización de que tener cualquiera de estas enfermedades significa estar “loco”, y esa es una palabra que la gente evade a toda costa. Por eso es que hay tan pocas personas que acuden a la ayuda, que sin irnos tan lejos hacia la psiquiatría, se cree que un psicólogo es un “loquero” y no todos comprenden la trascendencia de asistir a las sesiones que ayudan a mejorar la calidad de vida. 

Las cifras resultan preocupantes: La Evaluación del Sistema de Salud Mental en México precisa que uno de cada cuatro mexicanos entre 18 y 65 años de edad ha padecido en algún momento un trastorno mental, pero sólo uno de cada cinco recibe o recibió tratamiento. 

Muchas personas sienten los “síntomas”, pero es común que pasen desapercibidos porque no saben discernir entre las malas emociones y sensaciones, y las señales de un trastorno o conflicto mental. La capacidad de detectar este tipo de problemas es clave para evitar que éste se extienda, empeore u origine otros problemas paralelos. 

Desde algo tan extremo como la esquizofrenia o la bulimia, hasta algo tan común como lo es la ansiedad y la depresión, todos son casos que merecen ser atendidos como es debido.

¡Es más! Las perturbaciones mentales también son un factor de discriminación. ¿Por qué? Porque las personas no tienen ni idea sobre lo que es vivir con el peso de una enfermedad así y lo que implica, o simplemente se han guiado por cualquier fuente poco confiable que lo único que ha logrado es desinformar y perjudicar a la gente. México es de hecho el segundo país del mundo con mayor nivel de estigma en cuanto a enfermedades mentales, lo que conlleva una terrible discriminación hacia quienes las padecen.

En definitiva la información es poder, y eso en la salud mental no es la excepción. Si todos tuviéramos la disposición de llenar nuestras manos de esos datos que pueden abrirnos camino hacia una mente sana, también gozaríamos de una vida más sana. Para que eso suceda, el primer paso es que se reconozca la importancia de la salud mental, que por demasiados años ha sido infravalorada y menospreciada, por lo que es indispensable buscar llevar esa información a todos los rincones posibles. Aunque pueda sonar utópico, esa es la aspiración. 

Fuentes de Información: 

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